el urdidor de embustes

Literatura, reflexión y otros aderezos

jueves, marzo 31, 2005

LA POESÍA DE ALGUNOS DÍAS

Quizá el género literario que más admiro es la poesía. Sería un "zip" a lo bestia cuando es de calidad: puede comprimir tantos sentimientos, tantas imágenes internas, tantas perspectivas. No hay nada comparable, pero su camino exige una valentía a prueba de bombas. Casi todo el mundo ha escrito al menos alguna poesía de juventud, empujada habitualmente por algún fracaso vital, un momentáneo desahogo. Pero el verdadero animal poético, el que consagra a ella su vida, es un verdadero héroe; y más si miramos a nuestro alrededor y analizamos profundamente nuestro estilo de vida.

Yo solamente soy un aprendiz perezoso, además de que lucho por vivir la poesía de las cosas más allá del papel o el ordenador, porque el acto de escribir poesía debe ser consecuencia de una actitud, de una necesidad, consecuente con una visión activa y pasional del entorno, y eso es difícil de conseguir.

Me desplazo a mi trabajo en tren. El trayecto dura hora y cuarto, por tanto son dos horas y media diarias en las que, si los vecinos de vagón me lo permiten, echo una cabezada reparadora, leo mucho o doy salida a los raíles de la poesía. Quiero mostraros con cierta frecuencia ese esfuerzo y que últimamente me ha llevado a poemas muy cortos de cinco versos.


Hablar con el que soy
y no desfallecer.
Aún es pronto
para ver el mundo
desde el frío de los huesos.

martes, marzo 29, 2005

las necesarias promesas

Hace un par de días se celebraba el Día Internacional del Teatro y, como casi todos los años, esa áspera punzada del veneno escénico que todavía gotea por mis venas me hace levantar interrogantes, jugar con olvidadas telarañas, esbozar antiguos proyectos que iluminan rincones tapados por tantas rutinas, ilusión bañada en recuerdos.
Mi nuevo trabajo como funcionario me da una oportunidad para recuperar algo de aquello, los huesos aún no están muy duros, tienes menos vitalidad pero más recursos, sólo es cuestión de plantear un camino y practicar variados ejercicios de voluntad.
Sin embargo sé que en la esencia del Teatro se encuentra su naturaleza grupal, sólo del intercambio vivo con otros locos se alimenta la propia sed, y eso es lo que se pierde con la edad, el grado suficiente de locura.
En cualquier caso y aparte de mis circunstancias, reivindico el poder del teatro como motor de la imaginación, de los sentimientos, de la tolerancia. Si tengo un hijo, una de las principales peticiones que les haría a mis gobernantes es que le dieran la oportunidad de recibir la enseñanza del Teatro para descubrirse a sí mismos y a los demás, para que desarrollen el potencial expresivo que todos llevamos dentro y que casi siempre desaprovechamos.
Yo, por si acaso, conmemoro la fecha con una estrategia interna. Hay que seguir intentándolo...